Es común confundir límites con acuerdos. La mejor forma de diferencialos es la participación de un otro.
Un límite es una acción que yo realizo para protegerme y que no necesita el consentimiento ni la participación de nadie más.
Los límites no actuan sobre el comportamiento de la otra persona, no son para que el otro cambie sino para que yo me cuide.
Ejemplo: No tendré una relación con alguien que quiera seguir teniendo s3x0 con otras personas.
Si se cruza ese límite yo me retiro.
Ahora si lo dejo pasar y continúo en esa relación ya no es un límite y puede ser entendido como un aviso (pospongo la consecuencia) si lo haces de nuevo me voy a ir (amenaza).
No es tu responsabilidad como reaccionan los demás a tus límites.
Es normal que sientas cierto malestar o culpa al ponerlos, sobre todo cuando estás aprendiendo.
Primero es esencial identificar qué cosas NO son negociables en tu vida, tomar en cuenta de donde viene esa necesidad y si es algo que pueda resolverse en un acuerdo.
Los límites nos ayudan a crear relaciones que se alinean con nuestros valores y en las que nos sentimos segurxs.
¿Te gustaría aprender a poner límites de manera ética y compasiva?