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Por Valentina Zoppi.

En mi trayectoria como psicóloga infanto-juvenil, he abordado muchos casos de bullying que me han llevado a reflexionar profundamente sobre esta problemática, en particular sobre los roles que existen bajo esta temática.

El bullying afecta a múltiples actores, siendo las víctimas directas los niños, niñas y adolescentes que sufren acoso de manera constante. Estas experiencias pueden manifestarse de diversas formas: aislamiento, ofensas verbales, violencia física o ciberacoso, facilitado por las redes sociales, lo que impacta negativamente en su autoestima y mundo interno. Sin embargo, es crucial considerar el rol que desempeñamos los adultos en esto.

No podemos responsabilizar completamente a los niños de estas acciones agresivas, ya que los adultos tenemos la responsabilidad de educar con amor, empatía y compasión, mostrando patrones de conducta saludables. Los niños, son como pequeñas esponjas que van  absorbiendo  lo que les rodea; si están expuestos a conductas agresivas, comentarios despectivos hacia otras personas o pérdidas de control constantes por parte de los adultos, es probable que normalicen y replique estas actitudes en sus interacciones sin darse cuenta del daño que pueden estar causando.

No obstante, desde la otra cara de la moneda, los padres también son víctimas de esta problemática. Desde su amor y preocupación, intentan proteger a sus hijos del acoso, pero enfrentan la dificultad de aceptar que sus hijos se enfrentan a un mundo complejo y a menudo hostil que muchas veces ellos no pueden controlar. Esta situación puede generar en ellos sentimientos de impotencia y angustia, por lo que es fundamental que también puedan abrirse a recibir apoyo, de manera que les permita ayudar a enfrentar esta difícil situación.

Por otro lado, los educadores, desde su rol, intentan ser un pilar de apoyo, aunque muchas veces sienten que sus esfuerzos son insuficientes frente a un problema que parece estar más allá de su control.

Debido a que es una problemática que involucra a múltiples actores, me parece que es fundamental abordar el bullying desde una perspectiva integral que incluya el apoyo emocional y educativo a todos los involucrados: niños, padres, educadores y terapeutas.

Esto implica reforzar desde la casa conductas saludables a la hora de tener interacciones con los pares, desde el colegio psicoeducar a los niños y adolescentes acerca de esta temática, así como a los padres de cómo poder ser un agente activo en esto, y nosotros, los terapeutas infantiles, poder ayudarlos a generar herramientas sociales que les permitan enfrentar y sobrellevar esta situación tan compleja para nuestros niños.

Reflexionar sobre este asunto nos invita a fomentar entornos más empáticos y seguros, donde la comunicación y el respeto prevalezcan. Asimismo, es esencial reconocer que la colaboración entre padres, educadores y profesionales de la salud es clave para combatir el bullying y crear un ambiente escolar inclusivo y solidario que beneficie a todos.

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