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Por Josefina Peñafiel.

¿Para qué te quieres casar? –Le pregunta Matías–. 

Para estar casada, para SER casada –Responde Vicky–.

Cómo si “ser casada” fuese un estado que de repente la convirtiera en una persona feliz y completa. Y así lo cree Vicky, la protagonista de la serie Envidiosa, una mujer de 39 años que busca desesperadamente cumplir el sueño de casarse y tener una “familia feliz”, como la que aparece en la caja de cereales que comía cuando era niña.

Vivimos en una cultura en la que nuestras vidas están casi determinadas desde el principio: naces, estudias, trabajas, te casas, tienes hijos; y con eso vas a ser feliz, o al menos eso es lo que nos han contado y lo que hemos visto replicarse de generación en generación.

En la sociedad, para las mujeres hay una carga mayor con respecto al tema del matrimonio y los hijos. Antes no había muchas más opciones: las mujeres no podían estudiar, ni trabajar y por ende, no tenían dinero para acceder a recursos básicos como una vivienda, por ejemplo. Antes una mujer no se podía mantener por sí sola y necesitaba de un hombre para ello.

Si bien hoy en día la situación ha cambiado bastante, siguen existiendo mujeres que dependen económicamente de un hombre para poder vivir, además existe esta carga histórica -que se mantiene- y un “aprendizaje” de que necesitamos a un hombre para sentirnos valiosas, queridas, elegidas, y merecedoras “D”.

Todo esto sustentado en que quienes están en pareja en nuestra sociedad, gozan de unos privilegios sociales que l@s solter@s no. A ello, hay que sumarle la idea del amor romántico, una llena de mitos que está muy instaurada en nuestra sociedad, por lo que se hace muy difícil de erradicar.

Se entiende como amor romántico al modelo amoroso construido cultural y socialmente, que plantea que el amor de pareja es el más importante de todos y el vínculo que trae mayor satisfacción, más que la familia, más que las amistades, más que cualquier otro. Y que cuándo encuentres a tu alma gemela o media naranja le dará sentido a tu vida y no te sentirás nunca más sola (algo bastante alejado de la realidad). Y en una cultura donde ser feliz es el mandato oficial, la promesa del “felices para siempre”, es muy difícil no desearla.

Nos encontramos con un sistema social basado en prepararnos desde los inicios de la vida para encontrar pareja, casarnos y así encontrar esa “felicidad” tan ansiada. Aquí no quiero decir que casarse sea un problema, estar en pareja puede ser una experiencia hermosa y nutritiva, el problema es que exista sólo UNA opción socialmente aceptada, porque por esencia el ser humano es diverso.

Entonces, sí sólo permitimos que una opción sea válida, estamos creando un conflicto: y es que vamos a tener a mucha gente que se sienta fuera de esta norma y mucha otra queriendo encajar en ella a costa de transgredir permanentemente sus propios deseos.

Estar en pareja debe ser una elección y no una condición para ser felices, porque al considerarlo como un “requisito para” es más probable que elijamos mal ya que lo estaremos haciendo desde la necesidad y no desde el deseo. O peor aún, desde el miedo a terminar solas (o más bien sin pareja).

Cómo explica la antropóloga mexicana, Marcela Lagarde, en su ensayo “La soledad y la desolación” (2017): “El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa”.

Y digo sola en femenino porque al hombre que está soltero no le pasa lo mismo, socialmente es visto como un hombre exitoso que triunfa laboralmente, que es libre: él elige estar así, porque es un sujeto de derecho. Mientras que el relato social construido para la mujer –y lo que se espera de ella- se sitúa en lo familiar y reproductivo, ahí es donde se mide su éxito, y si no logras esto es que no eres tan exitosa y por ende no vales tanto.

Si no tienes pareja, es que algo malo hay en ti y para la sociedad estás incompleta. Existen muchos otros caminos vitales más allá de una vida en pareja, puedes dedicarte a tu trabajo o alguna causa que te mueva, si tienes la posibilidad puedes viajar, vivir en comunidad con amigu@s o familia, o incluso sola… lo que a cada una le haga sentido. Los planes pueden incluir o no una pareja y eso no hace a una mujer más o menos completa, realizada o feliz.

Volviendo a la serie, podemos ver a medida que va finalizando cómo la vida de las amigas de Vicky, que ella veía como perfectas porque estaban casadas, a fin de cuentas no son tan perfectas y felices, ninguna estaba exenta de problemas y sus vidas no estaban para nada resueltas. Como mencioné anteriormente, estar en pareja puede ser una linda experiencia pero no va a salvar la vida ni necesariamente va hacer más feliz.

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